JUAN ARIAS DÁVILA, I Conde de Puñonrostro

← Volver a Lista de Personajes

JUAN ARIAS DÁVILA, I Conde de Puñonrostro

Fecha de nacimiento: ??
Fecha de defunción: 1482

Carlos I Guerra de Granada Guerra de las Comunidades

Tras la muerte de Pedrarias en la recuperación de Madrid para los Reyes Católicos, el hijo mayor de éste, Diego, tomó posesión del mayorazgo de manos de su tío el obispo, al que el testamento de su padre había dejado como tutor de sus hijos menores, y quedó sustituyéndole en las últimas operaciones de conquista de la villa. Todos estos pormenores, y algunos más, los conocemos por la Crónica de los Reyes Católicos de Mosén Diego de Valera y la documentación que posee el archivo.  Como tal heredero de Pedrarias recibió de los Reyes Católicos la investidura de los oficios que había ostentado su padre, regidor de Madrid y Segovia, miembro del Consejo Real, etc. Pero su vida fue corta, pues murió en 1482, y tras su muerte, heredó el mayorazgo su hermano, Juan Arias Dávila que, en 1523 recibirá del emperador el título de Conde de Puñonrostro.

Dos son los hechos de la vida de este primer conde que tienen relevancia histórica. El primero de ellos fue su participación en la guerra de Granada contra los moros, ya que participó en todas las campañas que se organizaron, presencialmente y no por medio de capitanes que mandaran su hueste.  El segundo fue su intervención, muy destacada, en la guerra de las Comunidades, a la que luego nos referiremos. Sobre su papel en la guerra de Granada tenemos un testimonio en la carta que los Reyes Católicos le enviaron al comienzo de su primera campaña contra Granada:

ACP (PU 112-51): Real cédula y carta de emplazamiento de los Reyes Católicos a Juan Arias Dávila agradeciéndole la respuesta que éste dio sobre la conveniencia de asistir en persona a la guerra de Granada con 30 lanzas (Guadarrama, 27 febrero 1486)

Con su mesnada estuvo Juan Arias en la conquista de Cártama y Ronda acreditando su bravura con notables hechos de armas. 

El archivo guarda hasta cinco cédulas y cartas de apercibimiento y emplazamiento de las diferentes fases de la guerra de Granada, comprendidas entre los años 1486 y 1492.  No obstante, reviste particular interés la que le remitieron dándole cuenta de la rendición de la capital del reino, “… que los moros hacía mas de 780 años que la tenían ocupada…”, y de la terminación de la guerra “… despues de los muchos e grandes gastos e trabajos e fatigas de nuestros reynos, muertes e derramamientos de sangre de muchos de nuestros súbditos e naturales…”

ACP (PU 115-48b: Real cédula de Fernando el Católico a Juan Arias Dávila comunicándole la rendición de Granada (Granada, 2 enero 1492)

Tras la toma de Granada, la vida de este primer conde siguió condicionada por diferentes hechos de armas que durante el reinado de los Reyes Católicos se dieron y, entre ellos, su participación en las convocatorias que los Reyes Católicos hicieron a sus nobles para atajar las querellas que los reyes de Francia, Carlos VIII y Luis XII, les suscitaban, ya por la posesión del ducado de Milán, del reino de Nápoles o por otras cuestiones.  Su papel en todos estos litigios se centraba en la guardia y protección de las fronteras del norte con el país vecino.  El Archivo conserva hasta diez cartas de apercibimiento o emplazamiento de este reinado y alguna de las cartas de seguro que se daban a los capitanes para poder llegar a la frontera francesa atravesando el reino de Aragón y principado de Cataluña sin sufrir obstáculos y recibiendo por el contrario las ayudas necesarias de los naturales de los territorios por los que debían pasar:

ACP (PU 112-59):  Carta de apercibimiento de los Reyes Católicos a Juan Arias Dávila para que, recibiendo otro aviso, parta con la hueste de su casa a donde se les ordene pues el rey de Francia, concluida la tregua acordada, se dirige a nuestras fronteras (Ontiveros, 24 octubre 1497)   

ACP (PU 112-67): Real cédula de Fernando el Católico a sus oficiales, regidores y guardas del reino de Aragón y principado de Cataluña para que dejen pasar libremente a Juan Arias Dávila, su capitán, y doscientas lanzas que lleva consigo, dándoles aposentos y los mantenimientos necesarios (Gerona, 28 septiembre 1496)

Fallecidos Isabel Católica en 1504 y Fernando en 1516, y existiendo dudas sobre la salud mental de la reina Doña Juana, asumió la regencia de Castilla el cardenal Cisneros y éste llamó al príncipe Carlos para que acudiera a España a hacerse cargo del gobierno. El príncipe mandó misivas a sus vasallos más destacados para ordenar sus actuaciones hasta su llegada a Castilla

ACP (PU  112-73: Real cédula del príncipe Carlos a Juan Arias Dávila, comunicándole que, enterado del fallecimiento del rey Don Fernando, su abuelo, ha acordado venir en persona a consolar y gobernar esta tierra. Entretanto, le pide que de asistencia al Cardenal de España, Cisneros, y al Consejo Real (Bruselas, 24 febrero 1516)

Sabemos que en septiembre de 1517 Don Carlos desembarcó en Asturias, acudiendo Cisneros a su encuentro, aunque no pudo llegar a entrevistarse con él pues murió de camino, en Roa, en noviembre del mismo año. También conocemos el papel perturbador que ejercieron sobre el reino los nobles flamencos que vinieron con Don Carlos y cuya codicia de riquezas y cargos públicos revolvió los ánimos de la población.  La ocupación de cargos y prebendas llegó hasta el punto de nominar para el arzobispado de Toledo, la sede más rica de España, al joven Guillermo de Croy, arzobispo de Cambray y sobrino de otro Guillermo de Croy, señor de Chiévres, factótum del joven Carlos. Este joven que tenía la misma edad que el futuro emperador, 19 años, y que nunca residió en su sede, se vio así elevado a la máxima jerarquía de la Iglesia española.

Otras muchas cuestiones se suscitaron entre la nobleza española y flamenca y, entre ellas, la precedencia de la reina Doña Juana o de su hijo en el tratamiento pues la mayor parte de los estamentos solo deseaban que Don Carlos figurara a título de regente y no como rey efectivo mientras viviese su madre.  Otras iniciativas fueron igualmente inoportunas, como la pretensión de extender a todas las clases el pago de la alcabala, impuesto del que estaban exentos la nobleza y el clero, la excesiva presión fiscal, la forma de recaudación de los impuestos, la facilidad para sacar metales preciosos del país, etc.

Como vamos viendo, los ánimos entre todas las clases sociales estaban por entonces muy revueltos y no contribuyó precisamente a calmarlos la muerte del emperador Maximiliano y la elección de nuestro joven rey para ocupar esta dignidad, ya que para costear su viaje a Aquisgrán, donde había de ser coronado, se hizo necesario acudir a nuevas exacciones e impuestos.

ACP (PU 112-75): Real cédula de Carlos I a Juan Arias Dávila comunicándole que por fallecimiento del emperador Maximiliano ha sido elegido emperador de Alemania (Barcelona, 6 julio 1519)

Convocadas Cortes de Castilla en La Coruña para votar un nuevo servicio, y aprobado éste con la ausencia de algunas ciudades significativas, como Toledo, el rey partió para hacerse cargo del Imperio, y la rebelión, latente hasta el momento, estalló al constituirse numerosas villas y ciudades como comunidades y negar su obediencia al regente nombrado por Carlos, el Cardenal Adriano de Utrecht.         

En la Guerra de las Comunidades, que se sostuvo entre los años 1520 y 1521, tuvo particular relevancia Don Juan Arias Dávila, pues durante las diferentes alternativas que se dieron, él y su hijo, Juan Arias Girón, desempeñaron un papel destacado en las acciones de guerra que se ofrecieron para sujetar a las fuerzas comuneras que se habían alzado en el reino de Toledo, y particularmente en la zona comprendida entre Toledo y Madrid.   Juan Arias Girón era chambelán y gentilhombre de Carlos I y, como tal, debería haber pasado a Flandes y Alemania con el emperador, mas éste le dio licencia en Barcelona para quedarse en España y curar algunas dolencias. Encendida la guerra, el regente, Cardenal Adriano de Utrecht, obispo de Tortosa, consciente de la necesidad de contar con lealtades que tuvieran capacidad de maniobra en esta zona, escribió al emperador pidiéndole que diera licencia a Juan Arias Girón para quedarse en España y que se le pagasen en ausencia los gajes y quitaciones “pues él, juntamente con el dicho su padre, puede servir más a Vuestra Alteza acá que allá”.

Ya un mes antes, el 29 de junio de 1520, en una instrucción que el Cardenal había dado a Beltrán del Salto para negociar con la villa de Illescas, incluía una carta de creencia para Juan Arias Dávila “cuya es la villa de Torrejón, que es persona que podrá aprovechar en todo ello si fuere menester. Darsela eys y hablareis lo que os paresciere para que ayude y trabaje en ello como del se espera.” Hay que tener en cuenta que, además de la entereza de carácter y fidelidad probada del futuro Conde, éste tenía en la zona tres fortalezas de gran importancia estratégica: Puñonrostro, cerca de Seseña, Torrejón de Velasco y  Casasola, en las inmediaciones de Chinchón. Por otra parte, también pudo influir en la lealtad del futuro Conde el hecho de que su consuegro, el Condestable Íñigo de Velasco, fuera partidario del emperador, y uno de los más relevantes de ese partido pues Carlos I le nombró corregente, junto con el Almirante Enríquez, para auxiliar al Cardenal Adriano.

El Archivo conserva varias cartas o copias de la época de la correspondencia mantenida entre Juan Arias Dávila y los personajes más relevantes del partido imperial como eran Francisco de Mendoza, administrador de la archidiócesis de Toledo, Antonio de Zúñiga, prior de San Juan, capitán general del reino de Toledo, y Juan de Silva y Ribera, otro de los capitanes del mismo reino. 

ACP (PU 112-79): Carta de Francisco de Mendoza a Juan Arias Dávila en la que le dice estar enterado de la merced que el rey y los señores reunidos en Seseña le hicieron, y que desea estar a su servicio como quisiera emplearle (Alcalá de Henares, 19 agosto 1520) 

No sabemos con seguridad cuál era la merced de que se hablaba en esta carta, pero sí podemos deducirlo de una carta que el 11 de agosto de 1520 escribió el Cardenal al emperador, y que se conserva en el Archivo de Simancas, recomendándole a Juan Arias Dávila “quien no solo no había querido juntarse con los de Toledo, Segovia y Madrid sino que levantó a su costa gente de a caballo y de a pie en servicio del Rey, y pidiendo un hábito de Santiago para su hijo, Juan Arias Girón”.

Recibida esta carta por Juan Arias Dávila, y en contestación a ella, le remitió otra a Mendoza solicitándole 200 hombres de gente de guerra para acometer una torre que estaba al servicio de las Comunidades (puede ser la de Illescas, en base a la documentación que conserva el Archivo).

ACP (PU 112-101): Carta de Juan Arias Dávila a Francisco de Mendoza, administrador de la diócesis de Toledo, pidiéndole que le envíe 200 soldados de gente de guerra (22 agosto 1520) 

A pesar de que Don Juan se había colocado desde el primer momento del estallido comunero frente al levantamiento popular, tanto la ciudad de Toledo como Madrid e Illescas intentaron hacerse con los servicios de éste, firmando con él cartas de confederación y amistad que, como hemos visto, no llegaron a buen término.

La Comunidad de Madrid se había decantado claramente por el bando comunero, pero su alcázar se hallaba ocupado por fuerzas leales al emperador y la villa solicitó la ayuda de Don Juan para asaltarlo. Éste, no solo no atendió el requerimiento, sino que reuniendo 150 hombres de caballo y otros tantos espingarderos sacados de sus villas y lugares se dirigió a Madrid para aliviar el sitio del alcázar. Conocedora la ciudad de Segovia de los preparativos que hacía para socorrer a los hombres que defendían el alcázar, su regimiento y justicias le dirigieron una carta intentando disuadirle. Aquí hay que tener en cuenta que, si al norte del Guadarrama, Valladolid y Segovia eran los ejes de la organización de la Comunidad, al sur de la sierra lo eran Toledo y Madrid, y que entre estas ciudades se prestaban mutuo apoyo. Además, no debemos olvidar que Juan Arias era regidor tanto de Segovia como de Madrid y tenía intereses en ambos lugares.

ACP (PU 112-87): Carta del regimiento y justicias de la ciudad de Segovia a Juan Arias Dávila, avisándole de que ha llegado a su conocimiento que pretende ayudar a levantar el cerco que la villa de Madrid tiene sobre el alcázar, cosa contraria al amor que la villa siempre le profesó. Le hace saber que cualquier acto que haga contra Madrid será tomado como si contra la misma Segovia lo realizara (Segovia, 27 agosto 1520).

No bastaron estos avisos para detener a Don Juan pero, avisada la villa de su intención, reunió una hueste con sus parciales de Toledo y Alcalá de Henares, y cayeron sobre Torrejón de Velasco, señorío del futuro conde, saqueando el pueblo e incendiándolo después, a lo que respondió el de Puñonrostro saqueando a su vez la villa de Móstoles.  Nos dice Prudencio de Sandoval en su Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, que “Juan Arias Dávila, caballero principal del reino de Toledo… discreto y de extremado valor”, se dirigió luego a la villa de Illescas y les intimó su vuelta al servicio del rey. Pero estos acordaron darle muerte si no les entregaba sus fortalezas y artillería. A ello les respondió que “la vida que tenía era suya sola pero la honra y buen nombre eran de sus pasados y herencia forzosa de los que habían de venir; que en sus manos estaba quitarle la vida pero que la honra ni la podía dar ni perder, y que fuesen ciertos que la vida que le quitasen les había de costar muchas vidas; que mirasen bien lo que hacían que la lealtad que debía a su Rey no se la quitarían aunque le quitaran mil vidas”. 

Continúa Sandoval relatando que, viendo el común la entereza de Juan Arias, suspendieron por el momento el mal propósito que tenían y nuestro caballero pudo salir de entre ellos, regresando a Torrejón.  “De lo cual se arrepintieron presto los de Illescas, y se culpaban los unos a los otros de su inadvertencia por no le haber matado o a lo menos prendido.  Y Juan Arias se sustentó contra ellos conservando en servicio del Rey tres fortalezas con gente y armas, que fue un freno de importancia para reprimir algunas demasías de las que hubo en Toledo y su tierra. Y Juan Arias se mostró tan leal servidor del Rey que aventuró su hacienda y vida”.

Hemos visto que la correspondencia entre Juan Arias Dávila y los principales señores del bando realista en el reino de Toledo fue abundante entre los años 1520 y 1521. De ella hay que destacar la que mantuvo con Francisco de Mendoza, administrador de la diócesis de Toledo por el Cardenal Guillermo de Croy, y con los hombres de que se ayudó en la administración de la diócesis y su oposición a los comuneros, como Rodrigo de Vivar, Francisco Cerón y otros. De esta correspondencia el Archivo conserva 12 cartas, alguna tan interesante como aquella que Carlos I le envió a Don Juan comunicándole que tras la muerte del arzobispo de Toledo en Worms todas las fortalezas y rentas pertenecientes al arzobispado se pondrán en poder de D. Francisco de Mendoza.

ACP (PU 112-82): Real cédula de Carlos I a Juan Arias Dávila haciéndole saber que, habiendo fallecido el Cardenal de Croy, todas las fortalezas y rentas del arzobispado deberán ponerse en poder de Francisco de Mendoza, su gobernador (Worms, 24 enero 1521).

Ya conocemos cómo terminó esta contienda tras la derrota de Villalar el 23 de abril de 1521, y también sabemos que en unos pocos meses prácticamente todas las ciudades y villas que se habían adherido a la Comunidad, Salamanca, Zamora, Toro, Segovia, Valladolid etc. concertaron acuerdos de paz para terminar la guerra.  Todas, menos la ciudad de Toledo, que no fue tomada por asalto hasta febrero de 1522 por las tropas del Prior de San Juan, D. Antonio de Zúñiga.

Este mismo le remitió a D. Juan la misiva siguiente agradeciéndole sus servicios a la causa del rey:

ACP (PU 112-6): D. Antonio de Zúñiga, Prior de San Juan y Capitán General del reino de Toledo, escribe a Juan Arias Dávila acusándole recibo de otra suya y le agradece su diligencia al servicio del rey y contra las Comunidades (Ocaña, 11 mayo 1521) 

Pero el ejército real no solo tuvo que enfrentarse en esta época a las Comunidades. El rey de Francia, Francisco I, aprovechando la ocasión de las alteraciones en que España se hallaba inmersa, tanto por el levantamiento de las Comunidades de Castilla como por las Germanías de Valencia, invadió el reino de Navarra, que Fernando el Católico había integrado en la Corona de Castilla tras su conquista en 1511.  No pudo sacar provecho de esta invasión, aunque logró llegar hasta Logroño, y finalmente fue derrotado y expulsado de España, después de lo cual el Cardenal Adriano de Utrecht, regente de Castilla, como para dar aliento a los hombres que aún luchaban en Toledo, le envió a Don Juan la siguiente misiva:

ACP (PU 112-88): Real cédula del gobernador Adriano de Utrecht a Juan Arias Dávila comunicándole la victoria contra los franceses que habían entrado en el reino de Navarra (Logroño, 1 julio 1521)

Poco después, expulsados los franceses y sofocadas las alteraciones en Castilla la vieja, con sólo la Comunidad de Toledo por reducir, era el momento de hacer balance de los esfuerzos que los notables castellanos habían hecho en favor de la causa real.  El Archivo conserva la orden de pago del emperador para que le fueran abonados a Juan Arias las cantidades empleadas en el mantenimiento de su hueste:

ACP (PU 112-108):  Real provisión de Carlos I a Juan Martínez de Olózaga, contador del Prior de San Juan, capitán general del reino de Toledo, para la entrega a Juan Arias del sueldo correspondiente a 95 lanzas que tuvo en servicio del rey durante la guerra de las Comunidades (Burgos, 30 noviembre 1621)

Pero lo más interesante de este documento es que, como había que hacer una probanza de testigos para justificar el abono de los sueldos y los méritos del receptor, a través de estas testificaciones, declaradas por personas sobresalientes del bando real, conocemos la actividad del futuro Conde durante este periodo. Y así sabemos que el número de lanzas que mantuvo en defensa de la potestad real fue, en ocasiones, mayor de las cien lanzas y que además de los más de cien hombres a caballo llevó a menudo infantería y la artillería necesaria, hasta diez cañones, con los que estaban dotadas sus fortalezas. Por este documento sabemos también que D. Juan y su mesnada contribuyeron a la recuperación de la villa de Ciempozuelos, que se había alzado contra su señor, el Conde de Chinchón y después pasaron a socorrer la torre de la villa de Illescas, de la que ya hemos hablado, así como del auxilio al alcázar de Madrid. Posteriormente socorrieron las fortalezas de Canales y Almonacid y recorrieron la vega de Toledo evitando que los de esta ciudad se apoderaran de los pertrechos y bastimentos que otras villas les mandaban de socorro, y de las ayudas alimentarias que les proporcionaban sus huertas.  Así, de esta forma, decían los declarantes que la mesnada de Juan Arias Dávila estuvo en la batalla de Olías, ganada a los toledanos, y que en ella realizaron hechos de gran valor. Uno de los testificantes, Francisco Pérez de Illescas, contaba que en cierta ocasión en que él estaba presente, varios caballeros le preguntaron a Don Juan por “cómo aventuraba su estado y le ponía en perdimiento”, a lo que respondió que “esta casa la habían hecho y habían dado los reyes antepasados, y que en servicio de sus Magestades la quería él perder”. Otro de los testimonios de esta probanza es el de Beltrán del Salto, que ya hemos visto como emisario del Cardenal Adriano para tratar con Juan Arias Dávila y los sublevados de Illescas fórmulas de avenencia.  Por ello no nos debe sorprender que el Cardenal Adriano, una vez elegido Papa y en camino hacia Roma, le mandara una carta de agradecimiento a D. Juan:

ACP (PU 115-62): Carta del Papa Adriano VI, elegido en el cónclave de 9 de enero de 1522, estando aún en España pero de viaje a Roma, comunicando a Juan Arias Dávila haber recibido su carta y lo que le dijo su mayordomo. Le asegura que siempre le tendrá en su memoria para favorecer su persona y casa (Vitoria, 25 febrero 1522).

En calma interior Castilla, después de los edictos de perdón otorgados por Carlos V, y de vuelta el emperador, estando éste en Valladolid, el 23 de abril de 1523 le otorgó por una carta de privilegio el condado de Puñonrostro, nombre de uno de los lugares de su señorío.

ACP (PU 115-63a): Real Provisión de Carlos I por la que otorga título de Conde de Puñonrostro a Juan Arias Dávila, en remuneración de los servicios prestados por sus antepasados, y por él mismo, tanto a él como a los reyes que le precedieron (Valladolid, 24 Abril 1523).

Pero la guerra continuaba en otros frentes. La enemistad declarada entre Francisco I y el emperador se solventó en cuatro guerras durante la vida de éste.  De la primera, comenzada con la invasión de Milán por los franceses y el intento de recuperación de Navarra por Enrique II, rey de la parte francesa de este reino, con la ayuda francesa, el Archivo conserva varios documentos como cartas de emplazamiento y misivas participando hechos de armas victoriosos como la toma de Fuenterrabía.  El que ofrece mayor interés es la carta en la que le participaba la batalla de Pavía, pues en ella hacía una relación de los enemigos capturados por las tropas imperiales.

ACP (PU 112-98):  Real cédula de Carlos I al Conde de Puñonrostro dándole cuenta de la victoria de Pavía contra el rey de Francia, y su apresamiento junto con el Príncipe de Bearne y otros caballeros principales (Madrid, 12 marzo 1525)

De las otras tres guerras también se conservan documentos originales, aunque algunos son especialmente relevantes. Así, de la segunda guerra, también llamada guerra de la liga de Cognac, en la que se habían aliado contra el emperador el rey Francisco I y el Papa, lo que dio lugar al saco de Roma, se conserva una real cédula, firmada por la emperatriz, trasladándole al Conde el estado de las negociaciones para la paz.

ACP (PU 112-121):   Real cédula de la emperatriz Isabel al Conde de Puñonrostro dándole cuenta de haber llegado a Génova, el 25 de agosto de 1529, un secretario de la Princesa Margarita con los capítulos de la paz que se habían asentado en Cambray con la reina de Francia en nombre de su hijo el rey (Madrid, 15 septiembre 1529)

La paz de Cambray, o Paz de las Damas, concluyó la segunda guerra entre Francia y el Imperio, y se firmó el 5 de agosto de 1529. En ella las protagonistas, como negociadoras del acuerdo, fueron Luisa de Saboya, madre de Francisco I, y Margarita de Austria, tía del emperador. Recordemos que Margarita era la viuda del Príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, que era gobernadora de los Países Bajos, y había ostentado la tutela del emperador y sus hermanos. Por esta paz el emperador renunció a Borgoña, que le correspondía por herencia de su abuela, María de Borgoña, y Francisco I a Flandes y Artois, así como a sus pretensiones sobre Italia. También se negoció la libertad de los príncipes Francisco y Enrique, hijos del rey de Francia, que estaban como rehenes en España en virtud del Tratado de Madrid de 1526.

De la tercera guerra (1535-1538) se conserva una carta del emperador al conde comunicándole la entrevista que iba a mantener con Francisco I y el Papa en Niza para acordar la paz, y rogándole que durante su ausencia obedezca lo que mande la emperatriz.

Pero no sólo con el rey de Francia mantenía guerras Carlos I. Continuando la política castellana contra el Islam, y aprovechando las escasas ocasiones que le dejaban sus guerras con Francia, también se ocupaba de mantener a raya a los turcos otomanos, aliados de los reyes berberiscos, que señoreaban el norte de África haciendo incursiones y expediciones de saqueo en las costas españolas y las de Sicilia y Nápoles.  De estos empeños da fe la real cédula de la emperatriz comunicando al Conde la conquista de Túnez:

ACP (PU 112-123):  Real cédula de la emperatriz al conde de Puñonrostro en la que le hace saber que vio su carta y lo que de palabra le dijo Juan Ortiz y cree habrá tenido un gran placer por la victoria que el Señor ha dado al emperador (Madrid, 21 agosto 1535)

Tres años después, el 17 de octubre de 1538, murió en su fortaleza de Torrejón de Velasco este primer conde de Puñonrostro, dejando como heredero a su sobrino Arias Gonzalo, casado con su nieta Ana Girón. Este Arias Gonzalo era hijo de su hermano Pedro Arias Dávila, o Pedrarias Dávila como era comúnmente llamado, y también como “el galán” o “el gran justador”, que había sido primer gobernador de Tierra Firme y Nicaragua en América.

 

 

Referencias Bibliográficas